San Vicente de la Barquera, Agosto de 2015.
La unicidad, acepción utilizada para referirse a la cualidad de ser único, conduce al Yo por derroteros egoístas. En la infancia es común compartir la fantasía de que los padres nacieron ya emparejados y que ambos no conocieron otra forma de vida ni edad que la de ser papá y mamá, ¿verdad? Ya en la adolescencia, existe otra no menos frecuente en la que el hijo se niega a aceptar que sus progenitores mantienen relaciones sexuales, dando así, de manera inconsciente, un tozudo carpetazo a su propia existencia. Esas y otras muchas, son fases por las que el individuo debe pasar hasta que consigue afrontar la extremada levedad de su propia existencia; no somos tan peculiares ni tan trascendentales como para que el universo se detenga ante nuestros deseos. Comprender tal cosa es un asunto complicado que, si todo se desarrolla con normalidad, sucede cuando el individuo es adulto. Hasta entonces, un puñetazo pueril en la mesa te lleva a negar la mayor; que no, que antes de mí aquí no había nada, señores, ni mis padres tenían vida ni mucho menos hacían cochinadas indecentes, y punto pelota. Read More